¡Oh Virgen Inmaculada,
verdadera escala por donde pueden
los pecadores llegar al reino de Dios!
Mostraos tal en la conversión
de este infeliz que eficazmente
encomendamos a vuestro patrocinio
para que le proporcionéis
la cura de sus adicciones;
Iluminad su inteligencia
con los rayos de luz divina
que proyecta vuestra Medalla,
para que conozca la vida peligrosa
que arrastra debido a sus vicios,
y, sobre todo, dejad sentir
vuestra influencia sobre su corazón
para que llore la ingratitud
con que mira a Dios, su Padre amoroso,
y a Vos, su tierna y cariñosa Madre.
Tendedle vuestra mano
¡oh Virgen Purísima!
arrancadle del cautiverio de su adicción
restauradle la salud,
sacadle de las tinieblas en que yace
y conducidle al reino de la luz,
de la paz y de la divina gracia.
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